viernes, 22 de febrero de 2013

El héroe oculto



Introducción


Nadie sabe de dónde salen, seres excepcionales, que destacan por encima del resto. No más listos ni más dotados, ocupan los más altos cargos y observan desde su cómoda silla como se desarrollan los acontecimientos, nunca están pero siempre están. ¿Cuál es el secreto de tanto éxito? para responder a esta pregunta se debe recurrir al origen, a las circunstancias. El primer caso que trataremos es el del mítico Miquel Jones.

Todos hemos oído historias, poblados perdidos en el bosque rodeados de lobos y otras bestias. Dentro de estos poblados siempre ha destacado uno, Matadepera. Un pueblo sufridor, en ese momento constaba de unos 50 habitantes, antaño fue admirado por sus riquezas pero los inviernos duros y los constantes ataques de lobos y osos habían acabado con su prosperidad, y es allí en el interior de ese pueblo donde nació y creció Miquel. Hijo de familia adinerada tuvo que aprender rápido a dominar el hacha, ya fuera para talar, rascarse o mantener a raya a los lobos. Era un chico inquieto y muchos creen que esa inquietud es la que le hizo triunfar, aquí es donde empieza su
historia:

-¡Miquel despierta! -gritó su madre- han vuelto a organizarse.

Miquel agarró el hacha que tenía debajo del cojín y saltó de la cama.

-No te preocupes Madre, calienta la cazuela, hoy cenaremos carne.

-Pero si estamos en Cuaresma.

-Tienes razón Madre pero a grandes males, grandes remedios, me niego a seguir lamiendo el musgo de la piedra.

Miquel se asomó por la ventana, cuatro lobos rodeaban la casa. Ya era la cuarta vez este año, su madre se ponía histérica pero para él significaba comida.


- No te preocupes madre, son solo lobos -dijo mientras sonreía orgulloso-.

- Gracias a Dios, ya no puedo más con esto, no podemos seguir así.

- Madre, todo irá bien, cuando padre vuelva de buscar madera no tendremos que preocuparnos por nada más, volveremos a ser una familia feliz.

Ya hacía dos años que el padre de Miquel se había ido a por "madera", Miquel tenía tan buena fe que aún le esperaba. Su madre sabía que no iba a volver pero lo veía tan esperanzado que no sabía como decírselo.

- Pero hasta entonces tenemos que hacer algo, debemos hablar con el alcalde.

- El alcalde está haciendo todo lo que puede, es injusto pedirle más -dijo mientras se vestía con las pieles de caza-.

- Toma, ten cuidado -tomó el hacha y se la dio-.

- Con una tengo suficiente, gracias.

Miquel hizo los estiramientos recomendados mientras su madre se refugiaba en su habitación. Nuestro héroe abrió la puerta, se escondió, y esperó. De uno en uno fueron entrando los lobos, pero ¿cuál era el macho dominante? Era un caso extraño ninguno destacaba por encima del resto pero justo cuando iba a salir de su escondite entró el 5 y fue directamente a la habitación de su madre. Miquel que tenía el hacha agarrada con todas sus fuerzas la lanzó contra el lobo alcanzándole mortalmente.

Los otros lobos advirtieron su presencia, corrió a recuperar el hacha, no hacía falta, los lobos huyeron, el macho dominante había caído. Ya tenían cena. Su madre era una cocinera experta cuando se trataba de carne. Bebieron y cenaron hasta que se hartaron, dieron gracias y se fueron a dormir.


En el bosque


Que bien se dormía cuando se cenaba carne, nadie se despertaba a medianoche por los efectos secundarios del musgo. Que caliente se estaba con las nuevas pieles, no le había dado tiempo a lavarlas, pero que calientes estaban.

-¡Miquel! hora de ir al bosque, date prisa que solo tienes 3 horas.

Eran las 9 de la mañana, solo tenía 3 horas porque pasado el mediodía los lobos y los osos se organizaban para cazar, hay quien dice que suena un poco raro, que eso es imposible, a ti, escéptico te digo: ves a Matadepera.

- Voy Madre, espero que quede algo de carne.

- Sí, pero está malgastada, ojalá hubiera algún invento que la mantuviera toda la noche.

- ¿¡Pero no le has echado sal!? -dijo mientras se rascaba con el hacha-

- Claro que le he echado sal, incluso he intentado mantenerla lo más caliente posible pero se ha echado a perder, tranquilo aún quedan piedras.

- ¡Qué bien! piedras... -Miquel tenía humor y ironía las claves para triunfar-

- Debemos conformarnos, lo importante es que estemos juntos.

Nuestro protagonista no conocía el significado de la palabra conformarse, en serio, el sistema educativo de Matadepera dejaba mucho que desear.

Salió al bosque y tras andar durante un rato no se lo podía creer, decenas de conejos asomaban por todos los lados. Sabía muy bien que hacer. Suerte que Cornelio me enseñó la historia ilustrada -pensó-
Cornelio era amigo suyo, habían ido muchas veces a cazar, una de esas veces le enseñó un libro ilustrado que se había encontrado:

- Miquel, el otro día traspasé la línea segura del bosque.

Si, en este pueblo había hora segura y línea segura, era la pera, más diría aun, era Matadepera. De ahí el nombre, creo...

- ¡La línea segura! ¡Pero estás loco! - Miquel se sentó mientras ojeaba el libro-

- Muy típico tuyo, el que todo lo hace bien, seguro que tampoco has faltado nunca a las clases de  costura.

- No soy el único chico que nunca falta, Pedro, Juan, Álex y Jorge tampoco, aunque tengo que reconocer que a mi se me da mejor que a ellos.

- Abre los ojos amigo, Pedro, Juan, Alex y Jorge van a ligar ¡claro que se te da mejor! ellos no prestan atención, es una clase para chicas.

- Pero mi madre dice... -dijo mientras seguía ojeando el libro-

- Tu madre dice muchas cosas, es tu madre, todo lo que es aprender te dirá que vayas, pero claro el buenazo de Miquel siempre le hace caso. -interrumpió-

-No sé tu Cornelio, pero a mi, en mi familia, me han inculcado unos valores, y no me importa lo que hagáis el resto, yo quiero a mi madre y le haré caso. Y deberíais hacer lo mismo, ignorando lo que nos enseñan nuestro padres no conseguiremos más que desorden, porque como dice mi madre, los valores que nos enseñan son los que equilibran la sociedad -contestó enfadado-.

- Bueno vale... no te enfades, quería enseñarte la historia de la página 32, la de una princesa a la que intenta matar un leñador y acaba siendo rescata por hombres de baja estatura.-le cogió el libro, lo abrió por esa página y se lo devolvió-

Había que reconocer que las ilustraciones estaban muy bien hechas, una en especial le llamó la atención. Aparecía la princesa cantando mientras cocinaba, rodeada de toda clase de animales. Allí se dio cuenta, qué tonto había sido, toda la vida persiguiendo animales cuando podía cantar y vendrían a él.

- Te has fijado en esto -dijo Miquel señalando la ilustración-

- Si, es lo que te quería enseñar, esta chica no caza, los animales llegan mientras cocina. Pero creo que es mentira, yo lo he probado.

- Cornelio no te ofendas pero cantas muy mal.

- Perdona pero mi madre dice...

- ¡Es tu madre! -interrumpió-

- Canto muy bien -suspiró-

Cantaba muy mal, pero volviendo a donde estabamos, Miquel solo en el bosque, rodeado de animales y él cantaba muy bien -ya había probado cantar en la cocina pero llegó a la conclusión de que los animales no le oían desde allí-. Empezó a cantar: Sol solet vinem a veure vinem a veure -nada parecía cambiar, decidió cantar más fuerte- ¡Sol solet vinem a veure vinem a veure! -todo seguía igual, empezó a cantar con todas sus fuerzas- ¡SOL SOLET VINEM A VEURE VINEM A VEURE!.

Funcionó, los conejos corrieron, pero en dirección contraria. Todos menos uno, y decidió ir a la antigua, a por él. Saltó con el hacha en alto y por poco, el conejo salió corriendo. Soy un atleta excepcional -pensó-. Siguió corriendo al conejo por todo el bosque y cuando se cansó -2 minutos después-, usó sus dotes de cazador, siguió las huellas.

Estaba exhausto, llevaba mucho tiempo sin verlo, cualquiera hubiera dejado de buscar, no Miquel, la constancia era una de sus virtudes más destacadas. No iba a volver sin él. No tardó en verlo, justo detrás de una gran línea que delimitaba la parte segura del bosque. Si, habían pintado una gran linea roja a modo de advertencia de que a partir de allí no era seguro. Nadie sabía qué criterios se habían utilizado para saber que era seguro y qué no. Dicen que tiempo atrás, todos los habitantes del pueblo contrajeron mononucleosis y que el experto en el bosque estableció los límites por cansancio, murió después de pintar la última línea. Aunque no se sabe con certeza y el alcalde se negaba a aceptar esa historia.

Miquel se encontraba en una contradicción, hacer caso a su madre o seguir a su orgullo y cazar a ese conejo. Como otras veces a lo largo de la historia el orgullo triunfó y fue a por el conejo. No tardó en alcanzarlo, pero ya era tarde estaba fuera de la hora segura y del bosque seguro. No sabía volver. Ya se empezaba a oír a los osos cuchicheando con los lobos.

Al atardecer


Como decía San Juan de la Cruz, al atardecer se nos medirá en el amor. Pero no era ese tipo de atardecer en el que se encontraba Miquel, él seguía vivo y un simple bosque no podría con él. Sabía muy bien que hacer, se sacó la piel de cazar y tras ella dejó ver 20 insignias relucientes, exacto, era un explorador intrépido.

El miedo no estaba en su vocabulario, en serio, el sistema educativo de Matadepera necesitaba una reforma profunda. Tuvo que volver a ponerse las pieles, hacía frío. Y antes de que pudiera preguntar qué más podía pasar empezó a llover. Para cualquiera de nosotros que en ese momento lloviera sería una mala noticia, no para Miquel, por fin olería bien. La lluvia se intensificó hasta el punto de que no veía nada. Ando unos pasos y para su sorpresa algo le golpeó por detrás.

- ¡Se abre la sesión! -gritó el juez mientras martilleaba la mesa- Miembros del jurado siéntense ya.

El jurado no parecía muy contento de estar ahí, era evidente que no lo habían elegido. Los asientos del público estaban vacíos, era un juicio cerrado. Era un escenario un poco tétrico, no es lo que esperas de un juzgado, sillas roídas, tuberías que sobresalen del techo y una mesa de despacho para el juez. Un lugar oscuro iluminado por cuatro antorchas colocadas estratégicamente. 

Miquel se había despertado en una pequeña mazmorra y lo habían arrastrado hasta allí, estaba bloqueado, no entendía lo que pasaba. Se encontraba sentado junto a dos hombres de gran envergadura y no parecía que le fueran a dejar salir:

- Se abre el caso, que se levante la acusación.

Se levantó el hombre que tenía sentado a su derecha.

- Gracias Señoría, miembros del jurado, durante el transcurso de este juicio demostraré que este hombre, miembro de la decadente ciudad de Terrasa debe morir -Miquel empalideció-. Todos recordamos la humillación, vivimos aterrados por el futuro, condenados a vivir en este lugar por un pecado que jamás cometimos. Ya no recuerdo lo que es jugar con mis hijos, echo de menos la sonrisa de mi mujer, he olvidado lo que es la libertad. ¡Nos arrebataron nuestro bien más preciado! Y ahora, nos encontramos en el bando opuesto, somos nosotros los que debemos decidir qué hacer con uno de ellos. Llegado este momento no debemos dudar: muerte.

- Perdón señoría se está equivocando yo no soy de...

- ¡Silencio! -grito mientras martilleaba en la mesa- ya llegará el turno de la defensa.

Miquel era muy educado, incluso en situaciones de vida o muerte guardaba la compostura. Esa batalla no la podría vencer con el hacha, debía utilizar un arma menos convencional, la palabra.

- No hay mucho más que añadir, ojo por ojo diente por diente.

- De acuerdo, turno de la defensa.

El hombre que tenía sentado a la izquierda se levantó.

- Nada que añadir señoría. -dijo mientras se sentaba-.

- Pues que se retire el jurado para deliberar.

- ¡Espere señoría! tengo derecho a elegir quien me defiende -Miquel siempre asistía a los juicios de Matadepera y sabía muy bien como iban-.

- Nosotros decidimos que derechos tienes.

- Entiendo, tengo derecho a un abogado defensor, pero no tengo derecho a defenderme. Si queréis condenarme hacedlo ya y dejaros de procesos "democráticos".

- Tú lo has querido, por el poder que me ha concedido el pueblo de Castellar del Vallés yo te declaró culpable de todos los cargos.

- ¿Qué cargos? si ni siquiera soy de Terrasa. Por favor señoría, que al menos sepa por qué he de morir.

- La sentencia ha sido dictada, ya no importa el porqué.

- Con todo el respeto, usted no es el encargado de decidirla, esa función está reservada al jurado popular.

- Es cierto, -dijo uno de los miembros del jurado- se te ha subido el poder a la cabeza.

Los miembros del jurado se recogieron fuera de la sala para hablar entre ellos, tras unos minutos volvieron a salir, se sentaron, todo menos el hombre más mayor, que se pronunció en nombre de todos:

- Hemos decidido no promulgarnos hasta que el acusado tenga derecho a defenderse.

El juez aunque con reparos obedeció:

- Podrás organizar tu defensa.

- Gracias señoría -dijo mientras se levantaba- señores del jurado, no encuentro causa alguna de mi culpabilidad, se ha argumentado que formo parte de una ciudad en decadencia llamada Terrasa. Nada más lejos de la verdad, puedo demostrar que soy un digno ciudadano de Matadepera -un escalofrío recorrió toda la sala-.

- ¿Has dicho Matadepera? -interrumpió un miembro del jurado- Pensaba que era solo una leyenda. 

La sala se llenó de murmullos.

- ¡Orden, orden en la sala! -gritó el juez mientras martilleaba una y otra vez la mesa-

Tras unos segundos la sala enmudeció, todos miraban a aquel muchacho que decía venir de Matadepera.

- Muchacho, ¿cómo puedes demostrar que eres de Matadepera? -preguntó el juez-

Sencillo -pensó nuestro héroe- le enseñare mis insignias de explorador intrépido. Era el único que las había conseguido todas, pues los chicos se abstenían de conseguir las de lavandería, costura, baile y limpieza. No Miquel, él las tenía todas. Cabe destacar que las chicas tampoco luchaban por las insignias de caza, pelea y noche en el bosque. Pero no era tan fácil, no las tenía en ese momento, le habían cambiado la ropa.

- Necesitaré mis pertenencias.























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